Lo que voy a comentar es reciente, le sucedió a una de mis colegas optometristas, una familia se presentó a la realización de su examen visual, a mi tocó revisar al padre de familia quién ya poseía antecedentes visuales, usaba anteojos pero sólo de visión sencilla y manifestaba que notaba que sus anteojos ya no funcionaban como antes, al revisarlo efectivamente su prescripción había cambiado y sus molestias estaban justificadas, se le hizo la sugerencia de reemplazar sus anteojos y actualizar su prescripción, el paciente, conciente de su situación y entendiendo la dificultad que para él represente tener una visión deficiente sin gafas decidió adquirir sus anteojos nuevos al mismo tiempo que nos comentaba que su hija pequeña, de 6 años, se quejaba de una aparente visión borrosa, de hecho, en la escuela le reportaban que la niña no copiaba bien lo escrito adelante y que le notaban cierta dificultad, mi compañera procedió pues a realizarle su examen visual a la pequeña.
El diagnóstico confirmó lo que el papá ya sospechaba, su pequeña hija había heredado su problema visual, era miope, -1.25 de graduación para ser precisos, que, en términos generales no es en realidad mucha graduación pero si representa una dificultad visual considerable para una pequeña de 6 años que está en edad escolar y que se encuentra en pleno desarrollo, lo bueno de un diagnóstico así es que se esta realizando a una edad temprana, en la cual los anteojos tienen un excelente efecto ya que mejoraban al 100% la visión de la pequeña y le hacían ver las cosas como realmente tienen que ser estimulando y mejorando su capacidad visual, el papá al haber visto el desarrollo del examen y la mejoría de la pequeña no dudo en adquirir los anteojos también para su pequeña, hasta ahí todo perfecto.
El problema viene cuando al día siguiente recibimos la llamada a la óptica de la mamá de la pequeña pidiéndonos canceláramos la orden de anteojos de su hija porque ella no consideraba necesario que ocupara antejos pues unos familiares, médicos generales, le habían explicado que una niña tan pequeña no pequeña no puede tener una graduación como esa, que si usaba lentes a tan temprana edad podría hacerse más dependiente de los anteojos y que la mejor solución para una dificultad como la de la pequeña era no usar lentes y mejor indicar terapias para tratar y desaparecer su miopía(...).
Ese mismo día se presentó la madre en la óptica lista para hacer la cancelación, y a pesar de que se le explicaron los motivos y la importancia del uso de una prescripción como la que su pequeña necesita ella hizo caso omiso argumentando que sus familiares son médicos y por lo tanto su punto de vista tiene más validez.
Ahora haré un análisis desde el punto de vista clínico de la situación descrita.
1. La edad no es un factor para determinar si una persona necesita o no anteojos, la deficiencia visual puede detectarse a edades tempranas y el éxito del tratamiento depende en gran medida de la edad a la cual se detecte el problema, incluso hay problemas visuales que requieren la utilización de gogles especiales o lentes de contacto en bebés de meses de edad (cataratas congénitas, cataratas traumáticas, retinoblastomas etc.) por lo que la edad no es factor.
2. Un niño en edad temprana recibe mútliples estímulos de su entorno, ruidos, sabores, sensaciones y por supuesto imágenes, estos estímulos promueven el correcto desarrollo de todos sus sentidos, pero si en algún momento el estímulo captado por el pequeño es deficiente el desarrollo de sus capacidades será limitado, a estos periodos de desarrollo se les conoce como "plasticidad cerebral", en los cuales el cerebro desarrolla sus diferentes capacidades, aprende a sentir, a oler, saborear etc y aprende a ver, si limitamos el desarrollo de estas capacidades en algún momento el resultado será una capacidad deficiente, traducido esto al sentido de la vista, ésta no se desarrollará de forma adecuada provocando una visión deficiente lo cual derivará en malestar, cansancio, incomodidad y las subsecuentes limitaciones en la calidad de vida de la persona, se corre además un alto riesgo de provocar
ambliopía u ojo flojo o vago.
3. Por lo regular los niños presentan cierto grado de hipermetropía que conforme estos van creciendo suele disminuir y si la hipermetropía desde un principio fue baja y no repercutió en el desarrollo visual esta puede desaparecer, pero, cuando no se posee hipermetropia y lo que se padece es miopía nos enfrentamos a una situación más delicada, el ojo del pequeño sigue creciendo lo cual trae como consecuencia un aumento en la prescripción de la miopía y no una disminución, además de que no existe terapia o tratamiento alguno que reduzca o elimine la cantidad de esta, de ser así sería uno de los descubrimientos del siglo y los lentes estarían acabados, pero no es así.
4. Lo que es más triste aún es que nuestra palabra no tenga validez ante la voz de otros "profesionales" que no son expertos en el tema y su preparación y capacidad no está en duda pero así como nosotros los optometristas conocemos nuestras limitaciones los demás profesionales de la salud deben reconocer las suyas, nuestro trabajo debe ser complementario para garantizar la salud de los pacientes y no contrario para perjudicarla.
En fin, seguramente recibiremos en algunos años a la pequeña cuando su capacidad visual esté afectada y los anteojos no sean una solución 100% efectiva y se tengan que indicar terapias visuales para tratar de recuperar una visión que desde un principio debió desarrollarse bien.
Lic Opt. Rafael Verástegui
IPN México